Como niños ambos aunque de distintas condiciones, nos gustaba jugar por las tardes en el viejo columpio del jardín, nunca nos importó que tiempo hiciera, todas las tardes nos veíamos en el mismo lugar. No recuerdo un solo momento que me haya aburrido contigo, columpiándonos sin fin. Unas veces eran competencias de ver quien llegaba mas lejos, otras nos columpiabamos riendo despreocupadamente y otras tantas solo sentándonos y meciendonos como hojas al viento suaves platicábamos de aquello que nos importaba.
Un día me contaste de tu padre, no era para nada la imagen que yo tenía del mío: uno que casi nunca veía, uno frío que me regañaba con cualquier oportunidad-, no, el tuyo era cariñoso y trabajaba con esmero para poderte dar lo mejor aunque no fuera mucho. Y te envidié, como sé que envidiabas mis juguetes nuevos, te lo dije y me acuerdo a la perfección que te reíste tanto que casi caes del columpio. Me levanté indignada dispuesta a irme y jamás volver a verte. Dejaste de reír en un instante, aterrado de que pudiera irme y me tomaste de la muñeca y me abrazaste.
“Tonta,” oí decir en un suspiro tuyo. “¿que no sabes que no puedes tener todo? Sin embargo me tienes a mi.”
También recuerdo claramente que te abracé lo más fuerte que pude y yo también me reí, no tardaste en unirte y pronto los dos estábamos rodando en el suelo a carcajadas. Tenías razón, había sido una tonta.
A partir de entonces te volviste en mi diario y yo el tuyo, sabíamos con claridad cuando nos necesitábamos uno al otro, el punto de reunión: nuestro viejo columpio. Ya no hacían falta palabras, conocíamos nuestros sentimientos a la perfección, sabíamos que pasaba en la vida del otro como si la hubiéramos vivido nosotros mismos.
Fuimos creciendo y entramos a diferentes escuelas, muy a mi pesar por cierto. Hubiera preferido un millón de veces estar contigo pero mi madre no quería escuchar nada de eso, tenía que ser educada como una señorita propiamente (lo que fuera que significara eso). ¿Qué tenía de malo tu escuela? De hecho era más sencilla que la mía y terminabas la tarea antes que yo. Cuando terminábamos nos relajábamos en nuestro viejo columpio.
Un día una niña se burló de mi por que era amiga tuya, y aunque me sentí mal, te defendí como jamás lo había hecho, y le grité hasta que una maestra me escuchó y me regañó severamente, recibí un castigo de la escuela y avisaron en mi casa y cuando llegué mis padres estaban listos para gritarme y amenazarme. En cuanto me pude escapar me dirigí hacia el columpio, y allí estabas, esperándome con los brazos abiertos donde me refugié y lloré por largo rato. Cuando por fin cesaron mis lágrimas me preguntaste que había pasado y te lo conté todo con lujo de detalle. Cuando terminé mi relato tenías una expresión que no pude entender bien, pero por primera vez en mi vida te tuve miedo.
Si yo había pensado que los dos regaños del día habían sido malos, el tuyo fue la muerte para mí. Me gritaste más fuerte que mis padres, me regañaste el doble que en la escuela por haberme puesto en riesgo y haberte defendido y que me metí en problemas por ti.
“No valgo la pena” comentaste en un susurro. Mis lágrimas que habían vuelto a correr libremente pararon de golpe, me enfureció tanto que me levanté de un salto y corrí en dirección a mi casa. A partir de entonces me dediqué a ser todo lo que mis padres quisieran que hiciera pero me rehusé a tocar un solo recuerdo tuyo. Me di cuenta ese fatídico día de que te amaba y por eso te encerré, jamás volví al columpio pero por mas ganas que tuviera y poco a poco fui olvidando tu amistad hasta este día que yo al volver con mis dos hijos al viejo columpio te vi., cuidando de mi.
De nuevo, no es mi mejor trabajo, pero me estoy puliendo después de haber dejado de escribir tanto tiempo, ya ni en inglés ni en español...Pues, si les gusta dejen un pequeño comentario, va?? Gracias!!
Besos
Drgnfly
24 de enero de 2008
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